-La reflexió cabdal i corol.laria va en el sentit demogràfic. Ningú no n'ha parlat -ui quina por. El gruix majoritaríssim, immutable, de la immigració espanyola i fills, no assumeix la nostra realitat nacional.
Si contéssim només els vots de la Catalunya interior els resultats serien clars com un got d'aigua filtrada.
-Ningú li pot dir al pobre Anglada que mentre existeixi aquest pacte de silenci i "luz de gas" sobre ell -només el vaig veure uns segons quan va venir la La Pen- no farà res de res. Se't veu el plomero, dirà algú. Doncs si, penso que fora necessari que hagués entrat. I ara us ensenyaré el llautó: serà també positiva l'entrada dels flautagossos de la CUP. Crec que em podreu entendre, sobretot els lectors habituals, que sabeu com les gasto a l'hora de l'heterodòxia.
-Ningú ha estat capaç de fer correr la foto d'aquell desgraciat ensenyant el seu fastigós cul quatre anys enrera? Amb els resultats de Ciudad'anos ja sabem el nombre d'estrangers anticatalans que tenim fotuts al país. Tots controlats.
Inútils els milions de paraules gastades en el que sembla -no ho és!- el tema principal, la devallada de Más. La cosa cal interpretar-la així: Más havia agafat vots cedits d'ERC i ara hi han tornat. Una altre got d'aigua pemaniana. Em sembla que els tertulians parlen més bé que raonen.
Si Outsider, que torni Pafiam! Al menys ens feia riure catárticament de les misèries del país.
Balcells inicia su libro a finales del siglo XIX, cuando Menéndez Pelayo y Rubió i Lluch, ambos discípulos de Milà i Fontanals, mantienen un diálogo a favor del reconocimiento de la literatura catalana. El erudito cántabro estaba convencido de la necesidad de incluir los estudios de literatura catalana como parte de la literatura española y sostiene ante María Cristina que su presidencia de los Jocs Florals, que consagran la Renaixença, significa la sutura de la herida abierta el 11 de septiembre de 1714. "Claro –dice el catedrático– que Menéndez Pelayo habla sólo de literatura, porque era enemigo acérrimo del catalanismo político que por aquellos años inicia Valentí Almirall".
El libro de Albert Balcells muestra que el diálogo entre élites
castellanas y catalanes es posible en tiempos de opresión de las
libertades. "Cuando han faltado en España libertades o cuando ha
parecido más difícil superar el atraso hispánico, más fácil ha sido
desde el centro de la Península la aproximación al hecho catalán por
parte de la intelectualidad más o menos progresista. Pero cuando se ha
superado esta parálisis y cuando Catalunya ha contado con unos
instrumentos mínimos para asegurar su futuro como pueblo, entonces se
han dado la espalda". Un ejemplo es México, donde, gracias al exilio
catalán, poetas como Octavio Paz leían a poetas de Catalunya sin temor a
ser cuestionados como "provincianistas".
Américo Castro dimitió en 1934 de su cargo en la Universidad de Barcelona cuando se quiso implantar la cooficialidad del catalán en la docencia. Antes, en 1924, intelectuales castellanos de distinta procedencia ideológica firmaron en el Ateneo de Madrid un manifiesto a favor de la lengua catalana y de Catalunya, maltratada por la Dictadura de Primo de Rivera. Los catalanes, como muestra de gratitud, les correspondieron con un homenaje en 1930, caído ya el general. "Años después, Giménez Caballero, que entró en Barcelona en 1939, trató a Catalunya como una "esposa infiel" en términos que hoy llamaríamos violencia de género y Ortega y Gasset no fue más allá de la conllevancia. Azaña, al final, también criticó la autonomía catalana que había ayudado a crear en 1932".
Tras la ruptura de la Guerra Civis, los diálogos prosiguieron en 1952, 1954, 1964, 1965, 1971... , cuando se defendía que sólo se diera la autonomía a las nacionalidades reales o, como el político Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, se optaba por un Estado plurinacional. "Treinta años después de la transición, el diálogo ha dejado de fluir", dice Balcells, para quien domina hoy en medios de comunicación, columnistas, universidades, etc, "una absoluta ignorancia" sobre las necesidades de Catalunya como pueblo o de su cultura. "Esa ignorancia permite que las generaciones jóvenes estén dispuestas a creer las falsedades que se escriben o se dicen sobre Catalunya. En mi época de colegial se le llamaba 'ignorancia crasa', aquella de la que no se es consciente tenerla, por lo que no sólo no se hace ningún esfuerzo para disiparla, sino que encima se está orgulloso de ella".
Para Albert Balcells, "el diálogo entre elites intelectuales no resuelve nada, pero sin estos cien años de diálogo todo hubiera ido peor. Por eso creo que sigue siendo indispensable y hay que seguir intentado explicarnos al resto de España sin renunciar a nada".
El catedrático de Historia Contemporánea cree que uno de los prejuicios ha sido heredado de la admiración de los intelectuales españoles por Francia, un país de gran tradición centralizadora. "Entienden mejor a los vascos que a los catalanes, tal vez porque el País Vasco aporta menos dinero que Catalunya a las arcas del Estado".
Trailer
Un actor català com a paradigma del no entendre massa cosa.